Hoy es siempre... todavía.
Mis días pasan. Cada amanecer, uno menos.
Desde que empecé a usar un reloj en la muñeca derecha, los minutos se van más rápido.
Y mis días son cada vez más parecidos.
Suena mi alarma a las 5.30am.
Un cigarrito.
Ducha.
Vestirse.
Un cigarrito, con su vaso de Supradyn.
Llamar al que me recoje. ¿Ya estás? – Estoy saliendo. – Ok, salgo yo también.
Trabajar.
Caminar por el medio de la avenida arequipa con el mp3 en las orejas, cantando en modo videoclip hasta angamos.
La 91 o el Sinchi Roca.
Llegar a casa.
Dormir viendo algún capítulo repetido de Lost.
Suena mi alarma a las 5.30am.
Y entre línea y línea, pensar en ti. Sólo dejo de pensarte mientras trabajo, por eso cada día quiero trabajar más. Y eso que odio mi chamba.
Por eso, aunque no tenga mucha lógica, te dejo ir. No te tengo, y tal vez nunca te tenga. Y por eso es absurdo seguir fantaseando con eso de tener el valor de decirte las cosas.
Tal vez esto de ser tu amiga a pesar de todo ya no sea tan buena idea. Tal vez esto de comparar a todos contigo es demasiado retorcido, tal vez solo estoy buscando excusas para no fracasar otra vez.
Está bastante claro que no me quieres y que no te mueres por mí.
Tal vez no haya en esta ciudad, alguien para mí.
“Antes, solía creer que lo peor era estar sola, no tener cerca a esa persona especial que te hace soñar”.
Ahora sé que eso no es lo peor. Te quiero mucho, muchísimo. Me muero por ti. Tus malos chistes me causan gracia y hasta cuando te equivocas creo que tienes razón.
Así que adiós.
...
Labels: adiós, autocompasión, confesiones, personal, vivomuerto