El Gato Vivomuerto

Saturday, May 23, 2009

Mi papá motociclista

Mi papá ya no huele a nada.

En su cumpleaños pasado le regalé un perfume Lacoste que me costó medio sueldo, y a pesar de él, cada vez que llegaba a la casa, olía a ron con gaseosa.

Mi papá siempre olía a borrachera.

Ahora, en este hipocritón invierno, solo puedo sentir vagamente el olor a gamuza de su casaca cuando lo beso, y en ocasiones especiales, los tonos amaderados del perfume que me costó medio sueldo.

No puedo decir que mi papá haya dejado el trago porque entró en razón, pero sí puedo decir que mi papá ha dejado el trago. Quizás no definitivamente, es posible que esta vida nueva suya solo dure lo que dura la restricción médica preoperatoria.

Estoy preocupada.

No quiero que mi papá se muera.

Mi papá, de joven, era motociclista. Lograba que un volkswagen escarabajo subiera una duna y en la cima, montaba una suzuki roja y bajaba sin casco. En blue jeans y camisa, con los lentes Rayban que ahora uso yo.

Mi papá era invencible.

Una vez se hizo sacar unos clavos del pie sin anestesia. Y una vez me llevó al dentista y le dijo al cancerbero que me cure la muela sin siquiera usar xilocaína. Yo no soy invencible, pero él sí. Bueno, era invencible.
Y aún invencible, el cassette de Abba que una vez olvidé en su auto, es el único que suena cuando, con frecuencia de eclipse solar, me lleva a alguna parte.

Mi papá podría morirse.

Ha perdido el trabajo en el que desgastó su buen humor durante más de veinte años. Ha perdido a su mamá hace pocos meses y ya no puede aturdirse hasta la inconsciencia con una botella de Cartavio 3 años. Vive solo y no recibe visitas, ni las mías.
Y está sumamente deprimido.

Por supuesto, también es posible que la deprimida sea yo. Y que esté volcando sobre su nombre las cosas horribles que solo a mí me estrujan el corazón. Después de todo, mi papá era motociclista e invencible.

Pero tengo miedo, porque mi papá, que era invencible, está muy triste. Y yo nunca he visto tan triste a mi papá. Para mí, es como ver a Superman con los ojos cargados de lágrimas.

Desde que no trabaja, mi papá almuerza en mi casa. Pero en mi casa no hay nadie a la hora de almorzar. Solo está la Martita, la señora que trabaja aquí.

Una vez pasé a la volada para recoger unas cosas a la hora de almuerzo y lo encontré comiendo. Con la única compañía del periódico abierto en la página siete.

Darle un beso y salir con las mismas fue como dejar a un moribundo morir sin siquiera intentar nada. Así lo sentí yo.

Pero mi papá no pide compañía. La llora por dentro. O eso me gusta pensar, porque me gusta pensar que me necesita, pero que no dice nada porque es tan o más orgulloso que yo.

Se me arrugan las entrañas cada vez que veo sobre la mesa un sobre con su CV listo para ser entregado a sabe dios qué viejo amigo suyo.

Y me revuelvo de cólera cuando lloro a mi abuela muerta, porque más que perderla a ella, creo que lo más que me duele es verlo a él perdiéndola, y extrañándola en sepulcral silencio.

Una vez le pregunté si la pena se me iba a pasar, y me dijo que ojalá que no.

No sé cómo hacer para que mi papá sea una persona feliz.

En realidad, una lágrima de mierda acaba de abrirse paso a patadas en la comisura de mis labios porque, lo que de verdad no sé, es cómo hacer para que mi papá no se muera.

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Friday, May 08, 2009

Voluntad...

Tengo un grave dilema.
Llevo más de veinticuatro horas sin fumar, lo cual es bueno.
Pero cuando no fumo, me angustio.
Y cuando me angustio, fumo.
Así que para no fumar, como.
¿Qué es peor; que no me den los pulmones o que mis piernas no puedan transportar todo el peso que voy a ganar si sigo comiendo así?

¿Qué se puede comer que no engorde cuando me asaltan las ganas de fumar?

Thursday, May 07, 2009

Faltan 24 días...


Aquellos que me conocen, aunque sea un poquito, saben que a pesar de que le tengo pánico al fracaso, hay una única manera de hacer que yo haga algo: decirme que no puedo.

Hace una semana deslicé en una conversación que quería correr la maratón de Adidas. Por supuesto, 10k nomás.

Mi hermano se cagó de risa y me dijo que no había forma, que yo ya no estoy para "esos trotes".

Ofendidísima, el lunes me compre unas zapatillas para correr bravazas, Adidas, por supuesto. Y esa misma noche salí a correr.

Ok dije. Mi hermano tiene razón. No puedo. Apenas le di la vuelta al parque y no eran mis piernas las que flaqueaban. Sentía que tenía apenas medio pulmón funcionando.

Es el pucho, de hecho.

Así que los próximos 24 días de mi vida se dedicarán a correr sin fumar. Hoy apagué mi último cigarro. (De acá a un mes, ni canten victoria).

En realidad ya estoy sintiendo esa angustia espantosa por el pucho, y apenas llevo unos minutos, pero trataré de ignorarlo a ver cómo me va.

Voy a correr esa maratón como que me llamo gatovivomuerto.