El Gato Vivomuerto

Thursday, December 10, 2009

Resumen de Noticias

Me encanta el look de Mercury en este video.

Son las ocho de la mañana cuando escribo esto y ya desayuné, ya leí el periódico, ya revisé las noticias en la web, ya me bañé, ya me vestí, y ya me peiné.... Todo tiene una explicación: si te acostumbras a despertar a las 4.00am, y un día te dejan dormir hasta tarde, no podrás dormir hasta después de las 6.00am. Y a eso debo sumarle que estoy tomando unas vitaminas ultramegapoderosas que le han añadido a mi hiperactividad usual, un boost que no se imaginan.

Esta semana ha sido super productiva, sobre todo en cuanto a mi plan operativo para acabar con mis crónicos dolores de cabeza. Me medí la vista y ya tengo anteojos nuevos, empecé a tomar vitaminas y té relajante antes de dormir, agua de azahar para los momentos de mayor tensión emocional. Cambio radical de hábitos alimenticios; p.e. Más manzanilla, menos Café. Cero RedBull,. Y algo que descubrí es útil: nada de dormir con la tele prendida y la ventana cerrada.

Siempre es lindo saber de ti, aunque me jode no poder cruzar el océano solo para abrazarte porque en tu lado del mundo hace frío, me gusta recordar las cosas mostras que nos pasaron. Y justo me acordé de esa vez que el perro de tu hermana se tragó el vaso de güisqui que dejé en el piso (porque no me gusta el güisqui). Y de cómo tratábamos de quitarle la borrachera con remedios para humanos, y el muy necio no quería tomar agua ni café. (Era de los míos).

Desde ahora practico la risoterapia. Sobre todo en el trabajo, y sobre todo con mi amigo Paco. Como si estuviéramos de nuevo en la pucp hablando de caca verde. Voy a extrañar a Paco, su megalomanía, su “hijoputez cósmica”, sus dramas existenciales. Lo quiero tanto…

He (re)descubierto canciones de Queen que me encantan y no me acordaba. Y me ha dado mucha pena que esté muerto. Pero el otro día, después de un día de chamba particularmente agotador, me puse el mp3 en las orejas y escuchando Queen, noté algo extraño en mi cara, como una sonrisa permanente, como “my make up might be flaking but my smile still stays on”, y no pregunten cómo, llegué a mi casa caminando sin darme cuenta.

Empecé a escribir otra vez. Y el asunto ha estado avanzando tan bien que esta vez no creo que lo deje a medias. La inspiración vino luego de que, ordenando mi cuarto, haya encontrado mi viejo librito de cuentos de Ribeyro. Quiero escribir como Ribeyro.

Y aunque a veces todavía pienso en él, ya todo está más claro. Aprender a respetar las decisiones ajenas, por estúpidas que nos parezcan. Se acabó este tratar de entender. No hay nada que entender: “he is just not that in to you”. Gracioso, mientras escribía este último párrafo, sonaba “I need to follow another direction... Accelerate”. Grande, Chufle.

Y aunque en medio de mi rutina, no lo voy a negar, hay momentos en los que me pongo triste y se me da por bajonearme; la estoy pasando tan bien que no permitiré que mi buen ánimo se opaque por la cobardía de un granuja. Ah, ya, qué chucha, lo voy a decir “Todos estos días buenos serían mucho más lindos si los pudiera compartir contigo”.

Pero como están, también están de la puta madre, no lo voy a negar.

Así estoy yo:

Y continuando con lo de la Risoterapia:

Saturday, December 05, 2009

Del espíritu navideño (1)

Desde que soy chiquita, todo el mundo trata de estafarme con el cuento de que la Navidad son los buenos deseos, el amor y la amistad, reunir a la familia y otros –trilladísimos- valores.

También me florean y me florean con ese cliché tan bacán de que la Navidad, no son los regalos.

Yo debo confesar que me encantan los regalos. Adoro recorrer calles y avenidas buscando detalles perfectos, me vuelvo loca pensando cuál será ese detalle perfecto que le robará la sonrisa más linda del mundo a la persona a la que le voy a regalar algo y me desvivo planificando la envoltura perfecta para el regalo perfecto y las palabras perfectas para entregar un regalo perfecto. Amo los regalos.

Y en contraparte, cuando alguien me regala algo soy capaz de llorar de la emoción cuando detecto que ese regalo tomó tiempo, reflexión y que costó largos caminos.

Sin embargo, los relojes no se han detenido esperando que Pablito comprenda el verdadero significado de la Navidad. Y todos repiten como borregos que la Navidad no son los regalos.

Entonces que alguien me explique –por favor- a qué se debe que por todos lados la ametrallen a una con huevadas como “dona un juguete” o “ayúdame a organizar la chocolatada de los niños de Santo Ramiro de Piñonate”. Ellos también merecen su chocolate aguado con Panetón con astra. Y su Papanuel y sus regalitos.

Y esas “buenas acciones” los hacen sentir mejores personas. Las veces que he participado, lo único que logré fue sentirme más miserable que nunca al no poder hacer algo real para que esos niños tengan una vida mejor, no menos pobre de cosas sino menos pobre de afecto, de sueños, de esperanza.

¿En qué quedamos? Antes, me sentía obligada con las propuestas y me iba a regañadientes a enterrar mis zapatos en algún cerro y repartir juguetitos y servir chocolatada. Al final lo único que hacemos es que su próxima navidad, sin obra de caridad, sea más infeliz. O hacemos que los pobres niños pobres se convenzan justamente de que la Navidad, son los regalos.

A mí particularmente me jode regalarle a un niño que no conozco, un juguete que no sé si le gustará. No sé si le gustan los muñequitos o los carritos o los juegos de mesa. No sé finalmente si no será una niña que, como yo a su edad, se sienta un poquito desilusionada al recibir una muñeca cuando lo que le gustan son las pelotas.

Y finalmente, tampoco sé si sus papás no venderán al día siguiente la pista de carreras que compré a cien soles el cuarto de ciento en mesa redonda.

Y ese creer que con cualquier cojudez serán felices, es bien autocomplaciente. Si no, que se pregunten los exaltados impulsores del espíritu navideño qué pasó por su cabeza la última vez que recibieron un champú o un par de medias.

Muy bien, me van a preguntar ¿Y qué hago yo en Navidad? Respondo, nada. Solamente observo con tristeza lo poco que mi familia se esfuerza por disimular que en realidad, esta fiesta solo nos pone más tristes. Porque cada vez somos menos los que compartimos el pollo, porque extrañamos mucho todavía, porque no fue a nosotros a quienes se nos incendió la casa mientras dormíamos.

Total, el 26 se acaba toda la novela y ya podemos ser normales otra vez.


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