Querido JM:
Aunque sé y admito que por lo general te recuerdo poco, debo confesarte que hoy en particular te he recordado todo el día. Hoy mi jefe se puso bien rocanrrol y me pidió un reportaje sobre Metallica.
Anduve, con tan bello motivo, por las Galerías Brasil. Escuché metal (ambiental y mental) todo el día y recordé que un día, hace muchos años y vía Messenger, me desasnaste musicalmente.
Yo, pueril cojuda, no escuchaba más que dos o tres cosas. Era una época bien fresa. Escuchaba
Sabina y
Víctor Jara.
Quilapallún por recomendación de un buen amigo y salsa clásica en mis días de buen humor, que eran pocos.
Ojo, no estoy diciendo para nada que esa música fuera mala o poco importante. Pero sí lamento haber limitado mi oído a tan poco durante tanto tiempo.
Gracias a tus “clases” como llamamos a esas citas virtuales, descubrí por ejemplo, qué es capaz de hacer una guitarra cuando cae en las manos adecuadas. Me hiciste ver (y sobretodo escuchar) al ser más detestable del universo sacándole la mierda a una guitarra eléctrica. ¿Eso es humano? Me preguntaba al ver los dedos de
Blackmore desaparecer por la velocidad de sus punteos.
También gracias a ti, supe de alguien llamado
Ian Gillan. Un reconchadesumadre con un rango de voz alucinante (Tomá, Juan Diego).
Luego vino Avantasia, un par de discos realmente alucinantes. Luego Helloween. Y luego vinieron muchos, muchos más. Hasta Metallica.
Aunque no me los presentaste con el mismo afán que a los demás, los fui escuchando, descubriendo, alucinando. Y como muchos, pensé en su momento “Lo que daría por ver y escuchar esa huevada en vivo”.
Pero no escribo esto por Metallica, sino por todo lo que empecé a explorar por mí misma después de esas clasecitas de Metal.
Y yo, que soy una romántica sin remedio, fui quedándome con otras bandas. Más antiguas, o no tanto. Más suaves, más fresonas, más como yo, quizás.
Descubrí por ejemplo que
Queen es La Reina, sin lugar a necias discusiones. Que
Mercury, era más que “una reina”, que era un ser sobrenatural.
Que el atormentado
Cobain era un verdadero genio aunque nadie sepa explicar bien por qué. Que los Beatles no estuvieron solos y que
The Velvet Underground es un viaje demasiado poderoso, que por cierto,
Lou Reed hizo de los ácidos un insumo artístico indispensable. Que en los días más pasteles,
The Mamas and The Papas tienen poderes curativos.
Y lo que realmente lamento, mi querido JM, es que nunca escucharé un nuevo disco de ninguno de ellos. Llegué tarde a la historia, pues. Y quisiera ser capaz de compartir lo que están viviendo los fanáticos de Metallica, o lo que por ejemplo viviste tú cuando estuviste a dos metros de Deep Purple.
No sé, la verdad, si agradecerte o mandarte a la mierda. Porque si no fuera por ti, ahorita no estaría bajoneada. Y si no fuera por ti, me habría perdido de caminar esta Lima en modo videoclip, pasando los mejores momentos que he pasado conmigo misma, a solas.
La música es francamente una huevada increíble, inexplicable, mágica. Yo, con unos 20 años musicalmente perdidos por culpa mía, y de las radios limeñas también; he decidido agradecerte.
¿Sabes por qué? Porque en mi cabeza ahorita está retumbando una canción de Queen.
P.S. Prometo dejar de ser una ingrata.
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